Aquella noche de sábado bailando en aquel jardín, me aferraba a tu cintura apretándote hacia mi.
De pronto paró la música ... continuábamos así, más por voluntad de ambos la puerta nos vio salir.
Una vez en la vereda por huir de las miradas, echamos a caminar por baldosas encantadas.
En ese dulce paseo que me encendió como flama, tomé el gusto de tu boca fresco como una manzana.
Sensación indescriptible, sabor que mantengo vivo ... pues jamás podré olvidar que aprendí a besar contigo.
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Autor: Jorge Horacio
Richino. =========================================
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