Descendieron desde la blanca bruma,
encarnadas en inmaculadas musas;
casi transparentes, casi angelicales,
cubiertas de magia en sus sedosas túnicas.
Danzaron al ritmo de mi propia euforia
blandiendo poderes que hurgaron mi mente;
se adueñaron de ella y con sutil encanto
la alzaron en vuelo delicadamente.
Así...cautivado por aquel hechizo
entregué en su manos toda mi razón;
y llegó la luz para iniciar la obra
que se negaba a otorgar mi corazón.
Fue sencillo el viaje y en suave danzar
y simple la tarea hasta su conclusión;
después se elevaron, como entre algodones,
llevando las penas de mi sinrazón.
Autor: Jorge Horacio Richino
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