Me pasé el día esperando
con ansia y resignación,
el llamado palpitante
que encauzara mi razón.
Estaba loco, angustiado,
y quebrado en lo interior;
y el receptor no sonaba
para mi cruel frustración.
Necesitaba una voz
de persona, a mi, allegada,
que me ofreciera palabras
para mi caso acertadas.
La campanilla callada
parecía fenecida
y mis deseos ansiosos
poco a poco se morían.
Que duro en tal ocasión
es aguardar un llamado,
y esa voz que no te llega
te haga sentir defraudado.
Por lo cual la moraleja
rezaría lo siguiente ...
no esperes que tus anhelos
se cumplan tan simplemente.
Autor: Jorge Horacio Richino.