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Como la luna se encubre en el amanecer
y las estrellas se ocultan tras un celeste manto,
así te escondes de mi por no reconocer
que a pesar de tu orgullo me sigues amando.
No dejes que la vanidad pueda impedir
que los tiempos se aúnen para nuestras vidas,
y otra vez podamos volver a repetir
pasadas situaciones dulcemente vividas.
Deja de luchar con tus meditaciones,
y reflexiona volviendo a aquello que deseas;
desecha de tu mente las ciegas conmociones
antes que tu altanería te posea.
Doy por muy seguro aunque tú no lo creas
que aún no has perdido las pasadas ilusiones;
reaviva, por Dios, aquella ardiente llama
que una vez encendimos … no la abandones.
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Autor: Jorge Horacio Richino
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