Me llegaba la espuma del mar salpicando mi rostro. Parado sobre el peñasco trataba de encontrar un porqué, una explicación. Sabía que estaba lejos de hallar una respuesta. El mar es implacable y cuando brama de furia no tiene lógica alguna. Igualmente esas gotas me acariciaban dulcemente como la mano de un padre, como el abrazo de un hermano, con esa piel curtida pero inmensamente cálida. Con furia golpeaban la roca y ese golpe las convertía en finas partículas que llegaban hasta mi para consolar mi angustia. Así me mantuve por horas ...meditando, tratando de hallarle sentido a aquella incomprensible tragedia que las aguas sepultaron en su lecho. Después de ese largo momento y ya un poco más sereno, aunque sin respuesta alguna, me alejé de la costa con la firme convicción que las olas que enjuagaron mi entristecido rostro llevaban consigo las almas de aquellos audaces marinos que otra vez... regresaban sus vidas a tierra convertidos en chispas de sal. ========================================= Autor: Jorge Horacio
Richino. =========================================
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