Desde el último vagón
observé que la distancia
poco a poco me alejaba
del pueblito de mi infancia.
Quede mirando hacia atrás
viendo recuerdos queridos,
morriñas de tiempos viejos
con familia y con amigos.
Sentí partírseme el pecho
y en mis mejillas dos lágrimas,
cuando ya no divisaba
el sitio de mis nostalgias.
La vida me puso metas
que no pude rechazar,
y fue preciso marcharme
para poderlas lograr.
Más cuando estuve alejado
se hizo un orificio en mi alma
y de forma involuntaria
comencé a perder la calma.
Volví rápido a mi asiento
y abrí el bolso que portaba
para ver si estaba el frasco
con las cosas que llevaba.
La corteza del ombú,
la tierra del jardín de casa,
y mi bolita puntera,
el gran amor de mi infancia.
Una foto con mi viejos
y otra con mi perro "friend"
me pusieron más tranquilo
mientras se alejaba el tren.
Me recosté en mi butaca
aferrado a mi equipaje,
se calmaron mis angustias
y dormido seguí el viaje.
Autor: Jorge Horacio Richino.