Cuando tus impulsos se van
aplacando
por cruzarte la vida largamente;
se enfrían rencores, también las pasiones,
y pierde sentido el continuar odiando.
El tiempo se acorta y se acaba entendiendo
que la dura marca que obró en ti el pasado;
pudría cerrase, quedar congelada,
o mejor que ello terminar muriendo.
Queda poco espacio para algún desquite,
tampoco conviene perder tu energía,
ya que tu trayecto se va depreciando
y puede que el gasto algo más te quite.
No olvides entonces arrojar la carga
de viejos rencores que son del pasado;
estrecha tu cuerpo con tus propios brazos
haciendo las paces con tu angustia amarga.
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Autor: Jorge Horacio Richino -
Buenos Aires, 1 de marzo de 2009.